Hace unos años hablé con una mamá del colegio que me comentó que sus amigos y familiares todavía no podían creer que, finalmente, hubiera decido tener hijos. Según ella, no tenía ninguna predisposición natural: no le gustaban los niños y no le atraía la idea en absoluto y, sin embargo, no se ha contentado con uno, ha tenido tres. ¿Quizás para complacer a su marido?
El instinto maternal, se presupone como el valor en el ejército, pero no todas las mujeres estamos llamadas, a priori, a la maternidad. Cuando le pregunto a mi pequeña de seis años lo que quiere ser de mayor, ella lo tiene muy claro. "Quiero ser mamá". Pese a que, de pequeñas, la mayoría de las niñas jugamos con nuestros muñecos a ser mamás, y nuestra mamá es nuestro modelo a seguir, la maternidad es una opción que para muchas mujeres necesita de que se den unas condiciones previas.
La diferencia con el resto de los mamíferos, es que las mujeres podemos renunciar a ser madres, tenemos la posibilidad de elegir. Pero, al igual que cualquier otro mamífero amamanta, lame y da calor a sus crías de manera natural, también a nosotras se nos despiertan sentimientos de proteger y mantener la vida de nuestro bebé (al menos de forma general). Durante el embarazo y después del parto nuestro cuerpo se pone en funcionamiento (física y emocionalmente) para despertar nuestro "instinto maternal". Los sueños sobre nuestro hijo, nuestros temores, la planificación, la preparación del nido, la subida de la leche, etc., nos equipan naturalmente para ser madres, pero en el ser humano el componente cultural, histórico y social tienen un peso que no existe en otras especies.
El psicoanálisis cree que el deseo de tener un hijo no responde a una necesidad vital de las mujeres, sino que es necesidad particular de cada mujer, dependiendo del fondo de armario de su pensamiento y manera de entender la vida. Así tendría sentido que muchas mujeres opten por disfrutar de su feminidad, renunciando a su posible maternidad, ya que esta se asocia al sacrificio y a una responsabilidad obligada. Otras mujeres deciden no ser madres, no porque no les agrade la idea, sino más bien porque su situación sentimental no es la adecuada para ofrecer a un futuro hijo.
Pero, pese a lo que digan las teorías del psicoanálisis, hay mujeres que parece que tienen un desarrollado instinto maternal. Entienden la maternidad no como algo esperable, social o natural, sino como una llamada insistente en donarse a otros, incluso a hijos no nacidos de sus entrañas, una necesidad vital que da continuidad y trascendencia a su propia persona y quizás provengan de su propia vivencia personal.
El contacto íntimo con el bebé durante los primeros días después del nacimiento parece despertar ese instinto, de hecho puede que nuestros sentimientos hacia el bebé cambien. Algunas mujeres que deciden, por diferentes causas, dar a sus hijos en adopción o que sentían rechazo ante un embarazo no deseado, cambian de opinión tras el parto. Le llamemos o no "instinto", desde luego, afloran en la mayoría de las mujeres (y hombres) la protección y el cuidado por el nuevo ser humano que ha nacido de nosotras.
Fuente: GuiaInfantil.com
El instinto maternal, se presupone como el valor en el ejército, pero no todas las mujeres estamos llamadas, a priori, a la maternidad. Cuando le pregunto a mi pequeña de seis años lo que quiere ser de mayor, ella lo tiene muy claro. "Quiero ser mamá". Pese a que, de pequeñas, la mayoría de las niñas jugamos con nuestros muñecos a ser mamás, y nuestra mamá es nuestro modelo a seguir, la maternidad es una opción que para muchas mujeres necesita de que se den unas condiciones previas.
La diferencia con el resto de los mamíferos, es que las mujeres podemos renunciar a ser madres, tenemos la posibilidad de elegir. Pero, al igual que cualquier otro mamífero amamanta, lame y da calor a sus crías de manera natural, también a nosotras se nos despiertan sentimientos de proteger y mantener la vida de nuestro bebé (al menos de forma general). Durante el embarazo y después del parto nuestro cuerpo se pone en funcionamiento (física y emocionalmente) para despertar nuestro "instinto maternal". Los sueños sobre nuestro hijo, nuestros temores, la planificación, la preparación del nido, la subida de la leche, etc., nos equipan naturalmente para ser madres, pero en el ser humano el componente cultural, histórico y social tienen un peso que no existe en otras especies.
El psicoanálisis cree que el deseo de tener un hijo no responde a una necesidad vital de las mujeres, sino que es necesidad particular de cada mujer, dependiendo del fondo de armario de su pensamiento y manera de entender la vida. Así tendría sentido que muchas mujeres opten por disfrutar de su feminidad, renunciando a su posible maternidad, ya que esta se asocia al sacrificio y a una responsabilidad obligada. Otras mujeres deciden no ser madres, no porque no les agrade la idea, sino más bien porque su situación sentimental no es la adecuada para ofrecer a un futuro hijo.
Pero, pese a lo que digan las teorías del psicoanálisis, hay mujeres que parece que tienen un desarrollado instinto maternal. Entienden la maternidad no como algo esperable, social o natural, sino como una llamada insistente en donarse a otros, incluso a hijos no nacidos de sus entrañas, una necesidad vital que da continuidad y trascendencia a su propia persona y quizás provengan de su propia vivencia personal.
El contacto íntimo con el bebé durante los primeros días después del nacimiento parece despertar ese instinto, de hecho puede que nuestros sentimientos hacia el bebé cambien. Algunas mujeres que deciden, por diferentes causas, dar a sus hijos en adopción o que sentían rechazo ante un embarazo no deseado, cambian de opinión tras el parto. Le llamemos o no "instinto", desde luego, afloran en la mayoría de las mujeres (y hombres) la protección y el cuidado por el nuevo ser humano que ha nacido de nosotras.
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